sábado, 5 de noviembre de 2011

VOLVERTE A VER



El primer niño cuyo programa terapéutico me confió el Dr. Moyá se llamaba Fernando.
Fernando era un niño precioso que fue a CEMEDETE con 6 años de edad porque en el colegio estaba en un nivel muy inferior al de sus compañeros y además en muchas ocasiones pasaba el “tiempo de patio” andando de un lado a otro “sin ton ni son” y sin jugar con nadie.

Recuerdo los primeros días de la monitoría. Antes me había preparado muuuy bien el programa terapéutico que me había entregado el equipo de Barcelona y había distribuido los juegos para las dos horas que duraba la sesión. ¡Pero no hice ni uno!


Cuando llegué a su casa me encontré con un niño guapísimo y monísimo de esos a los que abrazarías y te comerías a besos. Estábamos los dos muy nerviosos así que me olvidé del programa e hice lo que a él le dio “la gana”. Aunque por su puesto y como ya me dijo el Dr. Moyá, éste no es el camino para conseguir un buen desarrollo.


Fernando era un niño torpe, blandito, de llanto fácil y criado entre algodones, que cuando le negaba algo de lo que él deseaba, chillaba, pataleaba y decía lo que nunca me hubiera podido imaginar.
Aún recuerdo su primer enfado. Los ojos se le salían de la cara mientras chillaba y decía:

- ¡Estás despedida! ¡No sirves para nada y no me has enseñado nada!! –

Con el tiempo y con amor la situación pasó de no querer verme ni en “pintura” a no perder ni un solo detalle de lo que yo hacía o decía. Para él era muy importante mí aprobación y sobre todo mi aceptación y encantamiento.

Cuando la situación de la monitoría y del tratamiento ya estaba estabilizada decido marcharme a Barcelona para trabajar junto al Dr. Moyá, y tengo que despedirme de Fernando.
La separación fue muy progresiva y natural porque en todo este tiempo y a pesar de la estrecha e íntima relación Fernando nunca fue mío. Mi propósito en cada sesión era que aprendiera a vivir sin mí, que no me necesitara e incluso me olvidara…Pues bien, ¡Ya lo ha hecho!

Debido a mi marcha se buscó un nuevo terapeuta para continuar con su terapia. La sustitución de un modelo femenino por uno masculino fue una excelente elección para la etapa que se avecinaba.
De todo esto han pasado muchos meses y ayer, Fernando, vino al centro médico de Barcelona para su exploración de control evolutivo.

Vivo los días previos a su visita con ilusión y esperanza de ver a “alguien” distinto al que “dejé” pero a la vez cercano y con la misma confianza y complicidad que entonces.
Al inicio de nuestro reencuentro Fernando adopta una actitud que me desconcierta porque regresa al mismo nivel de desarrollo donde yo lo dejé.
Los primeros momentos son de tanteo. Necesitamos un tiempo para reconocernos mutuamente. Miradas, sonrisas, movimientos y comentarios que nos sitúan de nuevo frente a la persona amada. Ambos nos sentimos aceptados y nos mostramos de nuevo tal y como somos ahora.

Los dos años de monitoría con 10 horas semanales llenas de esfuerzo e intenciones por ambas partes, sirvieron para construir una sólida relación en la que destaco la capacidad de mutua aceptación.
Un año y cinco meses separados es un tiempo considerable para que las nuevas experiencias hayan dejado cambios significativos en cada uno de nosotros. Para mí ha sido realmente gratificante ver a Fernando adaptándose a nuestra nueva manera de ser y de relacionarnos.

Esta última revisión ha sido muy importante para Fernando. Está cambiando muchísimo y despertando en él una nueva identidad basada en la consciencia de sí mismo. Lo que le impulsa al abandono de la niñez y la aparición progresiva de un “chico”.
Ha entrado en una etapa difícil y complicada que sólo conseguirá resolver favorablemente con mucho esfuerzo por su parte y con el apoyo incondicional que le ofrecen los que le rodean y le aman para que el día de mañana pueda ser un hombre libre, responsable, bien integrado y muy buena persona.


QUERIDO FERNANDO, COMO SIEMPRE, HA SIDO UN PLACER VOLVERTE A VER.  


Yolanda Verdú

No hay comentarios:

Publicar un comentario