lunes, 5 de septiembre de 2011

¿Altruismo o egoismo?


Maria es una madre de 40 años que tiene 2 hijas una de 13 y otra de 7 años.

No hay nada atípico en ella, como muchas otras mujeres dejó de trabajar cuando tuvo a su primera hija y hasta la fecha se ha dedicado a ellas exclusivamente.

Ha educado a sus hijas en unos valores muy acordes a nuestra sociedad y de ellas espera lo que la mayoría de los padres, que se “hagan” mayores, responsables, autónomas, que encuentren un buen puesto de trabajo, que se casen y tengan hijos.

Otro de los factores que María añade a la educación de sus hijas es la sobreprotección. Desde pequeñas ha intentado “liberarlas” de cualquier tipo de daño o “infelicidad” y les ha facilitado todos los deseos y caprichos.

Siempre que ha podido las ha acompañado en sus excursiones escolares, ha vigilado sus compañías, ofrecido su casa como lugar de juegos y les ha dado todo cuanto estaba en sus manos… y a veces hasta lo que “no podía”. Y por supuesto, procuraba siempre resolver ella misma los problemas de sus hijas.

La última “hazaña” que ha hecho por la pequeña es conseguir que le quiten un castigo que le han puesto en el colegio.

Resulta que la niña colocó su dedo corazón en cierta posición que resulta ofensiva y se lo dedicó a la profesora mientras ésta se daba la vuelta, sin caer en la cuenta que otro profesor lo podía ver, ya que estaban en el patio del colegio.

La cuestión es que la han castigado una semana sin recreo. Pero como la madre lo considera un castigo muy duro habla con la profesora en cuestión y le dice que estuvo hablando con su niña y lo que pasó es “que se estaba apartando el pelo de la cara con ese dedo”.

Finalmente, la madre consigue que le quiten el castigo a la niña.

Esto mismo que hace con la pequeña lo hizo y lo sigue haciendo con la mayor. Aunque ahora ya no puede estar tan cerca de ella o al menos todo lo que a ella le gustaría. Pero la sigue protegiendo de la siguiente manera:

En el viaje de fin de curso, toda la clase se va una semana a Paris. Así que Maria ha decidido decir a su hija que el viaje vale muy caro y que no podrá ir.

Lo se porque me lo contó la propia María con lágrimas en los ojos, diciendo: es que es muy pequeña todavía ¡solo tiene 13 años!


En la buena educación está la base del futuro desarrollo de la personalidad de los pequeños, los cuales cada día tienen que aprender que cuando adoptan la posición del temor o de la incapacidad diciendo: -“no puedo”, “ayúdame”, “mira como lloro”, ¡¡¿no ves lo mal que lo estoy pasando?, ¡¡hazlo tú por mí!!

Deben saber y sentir que estamos a su lado para acompañarles y guiarles; que no les vamos a dejar solos en el camino, pero que resolverles sus problemas no les ayudará a crecer y desarrollarse para llegar a ser adultos sanos y autosuficientes, que es la meta que cumple su destino como seres humanos.

En realidad lo que María me estaba diciendo es: “Mi hija todavía no puede vivir sola ¿Dónde va a ir siete días sin mí?”
Yo sonreí mientras pensaba ¿cuándo y quien le va enseñar a vivir sin mamá, si mamá no la deja crecer y ensayar su capacidad de resolver los problemas por sí misma?

Mi maestro suele decirnos: La vida es como la natación; para aprender a nadar hay que tirarse al agua.


Yolanda Verdú
Psicóloga Infantil

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